Desarrollador: Sega Publicado por: Sega Salió también para: Sega Game Gear, Sega Master System, MegaPlay, Virtual Console, Xbox Live Arcade, PlayStation Network, iOS, Microsoft Windows
Una de las cosas que hizo grande a la Mega Drive fue lo dignamente que
compitió contra una consola bastante superior en el plano técnico como
Super Nintendo, lanzada varios años más tarde. La primera hornada del
sistema se componía toscas adaptaciones de arcades o juegos que ofrecían
poco añadido respecto a lo que se podía ver en Master System, pero
según fue pasando el tiempo los programadores de Sega (y de compañías
externas) fueron cogiéndole el tranquillo al sistema, explotando sus
virtudes (un procesador muy rápido para la época) y disimulando sus
carencias (chip de sonido flojo, paleta de colores limitada). Juegos
como el primer Sonic ayudaron a demostrar que con esfuerzo y un profundo
conocimiento del hardware era posible realizar auténticas maravillas.
Además afianzaron las ventas de la consola, con lo cual más y más
desarrolladoras 3rd party se apuntaron al carro de la 16 bit de Sega,
que vio exprimidas sus posibilidades al máximo.
Introducción.
Un año después
del lanzamiento de la primera aparición del erizo azul fue lanzado un
puñado de juegos que llevaba la consola un paso adelante, como su
continuación, Quackshot, o el título del que voy a hablar hoy. Quizá
estén un peldaño por debajo en cuanto a espectacularidad gráfica
respecto a algunos títulos lanzados al final de la vida de la consola
como puedan ser Ristar o Gunstar Heroes (me sigue pareciendo increíble
que este último se ejecute en una Mega Drive, es apabullante) pero lucen
espectaculares.
Selección de personaje.
Al menos para mi gusto, Streets of Rage II es el
mejor juego del catálogo de Mega Drive. No tengo muy claro en qué
puesto (no creo que haya un juego que pueda declarar como mi favorito)
pero también está en mi Top-10 de todos los tiempos. Es un juego al que
ni le falta ni le sobra nada.
Los gráficos son sensacionales. En
el original los escenarios eran algo monótonos y grises, el framerate
petardeaba y los sprites eran bastante pequeños. Nada que ver en SoR2.
Los personajes y enemigos son enormes, muy detallados y sus movimientos
suaves y perfectamente dibujados, con númerosos cuadros de animación
diferentes. La paleta está perfectamente escogida (¿quién echa en falta
más colores?), con gran variedad de escenarios, repletos de pequeños
detalles aquí y allá que los hace inolvidables.
Con una tubería en la mano todo es más fácil.
El salto jugable
respecto al original es notorio. Tenemos mucha más variedad de golpes,
el ritmo de juego es más rápido y podemos encadenar combos de series de
puñetazos pulsando los botones con la cadencia correcta. El ataque
especial consume bastante vida, pero es muy útil para acabar con
aglomeraciones de enemigos. También disponemos de un nuevo ataque que se
activa pulsando adelante-adelante-puñetazo, bastante efectivo si
estamos acorralados. Los cuatro luchadores a elegir (Max, pesado y muy
fuerte, Skate, rápido y debil, y Axel y Blaze, más equilibrados) tiene
cada uno su catálogo de golpes, llaves y ataques especiales, y el juego
es muy diferente según escojamos a uno u otro.
Ataque especial de Blaze.
El control es muy
bueno, de rápida respuesta, y si nos matan no será por culpa del mando.
La dificultad está muy bien ajustada, podremos perder vidas incluso en
las primeras fases si no jugamos concentrados, ya que los enemigos
vienen en manadas desde el principio, siendo vital no verse rodeado. Lo
ideal es situarse en una esquina de la pantalla para evitar ser atacados
por ambos flancos. Para situaciones de emergencia, existe un nuevo
ataque hacia atrás que se activa pulsando puñetazo+salto. Hay todo tipo
de agarres y maneras de proyectar a los enemigos, incluso podemos
agarrar a nuestro compañero y lanzarlo contra los enemigos.
Enfrentándonos al primer boss con Skate.
Cada
uno de los enemigos tiene su propia barra de vida, no sólo los jefes de
fin de fase. Jefes de fin de fase que por cierto en posteriores
pantallas aparecen como enemigos normales aumentando considerablemente
la dificultad. Como es típico en estos juegos, la diversión aumenta
exponencialmente en el modo de dos jugadores, más teniendo en cuenta que
existe el "fuego amigo" y que nuestros ataques pueden dañar a nuestro
compañero...
En la segunda fase debemos atravesar un puente en construcción infestado de motoristas.
Lo del sonido es punto y aparte. Parece imposible
arrancarle al chip de sonido de Mega Drive (un modesto Zilog Z80)
melodías tan calidas, densas y vibrantes, que ambienten tan bien el
juego. Si la banda sonora del primer juego era excelente, el de esta
entrega roza lo sublime. Queda claro por qué Yuzo Koshiro es uno de los
más grandes compositores para videojuegos. Exprimir de esa manera un
sistema en el que muchos otros juegos producen sonidos parecidos a un
coro de laringectomizados cantando "La cucaracha" es muy meritorio.
El tercer nivel transcurre en un parque de atracciones con salones de máquinas recreativas, un barco pirata y un paseo del terror.
Vi
por primera vez el juego en casa de unos vecinos. Les habían comprado
el Street Fighter II, pero no les acabó de gustar y decidieron cambiarlo
por este. Se puede discutir acerca de lo acertado o no de la decisión,
pero lo que no se pueden poner en duda es que escogieron un gran juego.
Me lo prestaron bastantes veces y me pegué grandes viciadas, haciendo de
este juego uno de los preferidos para mí y mis amigos. Unos años más
tarde, sobre 1.998, abrieron un Toys'rUs en mi ciudad y para su sección
de videojuegos trajeron un montón de unidades del juego a 3.990 pesetas.
No sé quién les recomendaría vender juegos de un sistema que llevaba ya
tiempo enterrado pero al menos conmigo funcionó y me llevé el cartucho
para casa.
Casi 20 años después de probarlo por primera vez, me
sigue produciendo la misma sensación de poder, de desahogo, que
entonces. Es uno de las maneras más efectivas que conozco de liberar
tensiones. Sigo jugándolo mucho, ya sea en emuladores o en la Xbox 360.
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