Publicado por: Microprose
Salió también para: Amiga, Atari ST
Aunque ya le haga muy poco caso, mi primera pasión deportiva, antes incluso que el fútbol, fue la Fórmula 1. Era la época en la que Alain Prost y Ayrton Senna eran compañeros en Mclaren, y se disputaban los campeonatos del mundo a base de puñaladas traperas, pasando por completo de las órdenes de equipo. Reconozco que el brasileño era más espectacular y valiente (creo que también era mejor piloto), pero mis simpatías estaban con el francés; algo tenía ese enano cabezón y un poquito cabrón que, tuviera un buen día o uno malo, estaba siempre delante.
"Que sí hombre que sí, que vas primero en el mundial, yo te dejo ganarlo." |
Sabéis como terminó la historia: harto de desplantes, Prost se fue a
Ferrari (la escudería italiana era un desastre), y Senna tuvo el terreno
libre para dominar los campeonatos de principios de los noventa. Luego
Williams empezó a diseñar bólidos que parecían más naves espaciales, por
la facilidad con la que ganaban, y Nigel Mansell primero, y Prost
después, se llevaron sendos títulos mundiales. El del francés, en su
última temporada como piloto.
En vista de que mi ídolo se retiraba, el circo de la F1 perdió todo
interés para mí. Además, Williams fichó a Senna, con lo que se aseguraba
tener al mejor piloto, además del mejor coche. Título mundial
asegurado, nula emoción. Ni siquiera su lamentable comienzo de temporada
me hizo dudar de que se adueñara del campeonato. Tal era su talento que
la remontada era cuestión de tiempo. Eso era lo que pensaba hasta
aquella maldita tarde de mayo.
Estaba jugando al fútbol debajo de casa, con los amigos del vecindario,
cuando mi hermana me gritó desde la ventana "Sube para casa, Ayrton
Senna ha tenido un accidente y está muy mal". No daba crédito a lo que
veía, ¿cómo podía haber pasado eso? Pasé la tarde pegado a la radio,
escuchando partes cada vez más funestos, hasta que a eso de las siete de
la tarde, llegó la fatal noticia. No volví a ver una carrera en muchos
años.
A los pocos meses, fuimos a casa de un amigo a probar su flamante Super
Nintendo. Después de echar unas partidas al Super Mario World, pusimos
el PC en marcha, y nos enseñó un juego de Formula 1 que le encantaba. Yo
todavía estaba traumatizado, y pese a que el juego tenía una pinta
estupenda, no le hice mucho caso.
El tiempo pasó, las heridas se fueron curando, y a principios de 1.996
un Pentium-100 llegó a mi casa. De aquí y de allí me fueron prestando
juegos que quedaron instalados en aquel enorme disco duro de 1 gigabyte.
Me acordé de aquel juego de Fórmula 1 que me enseñó mi amigo unos meses
atrás, y se lo pedí prestado. La edición era parte de una colección de
juegos en diskette lanzada por Planeta DeAgostini en 1.994, en caja de
cartón grande, junto con otros títulos como Lamborghini American
Challenge, Curse of Enchantia, Best of the Best, Body Blows... seguro
que alguno la recuerda.
El juego era tan bueno como lo recordaba, o más. Gráficamente había sido
superado con creces para entonces (del sonido mejor no hablar), pero
todavía me sigue sorprendiendo la potencia del engine desarrollado por
Geoff Crammond, capaz de mostrar unos circuitos perfectamente
reconocibles con un puñado de polígonos, la mayoría sin texturizar. En su día era bastante
exigente en cuanto a requisitos, pero para 1.996 los PCs lo movían sin
despeinarse, con una tasa de frames totalmente estable.
El abanico de opciones era abrumador para la época, con coches
perfectamente configurables en cuanto a ratios de marchas, alerones...
que afectaban al rendimiento del coche en cada uno de los circuitos.
Podíamos disputar carreras sueltas, entrenamientos, el campeonato del
mundo de 1.991 con sus 16 circuitos (entre ellos algunas joyas
desaparecidas como el circuito urbano de Phoenix o el tortuoso Gran
Premio de México) con diferentes niveles de habilidad de los pilotos
rivales y varias ayudas al pilotaje como cambio automático, asistente de
frenada o indicador de trazada. Pruebas con lluvia, diferentes
compuestos de neumáticos, clasificaciones, paradas en boxes... no se
echa en falta nada.
El espinoso asunto de que por aquel entonces no existían los controles
analógicos en entornos domésticos se resolvió de manera muy original:
dando a los coches una pequeña tendencia a seguir el trazado del
circuito por sí mismos. La medida escogida fue perfecta, demasiada ayuda
haría al juego un paseo sobre raíles, ninguna lo haría incontrolable.
Los únicos peros que se le puedan poner al juego son la falta de un buen
modo multijugador (por particularidades del diseño del motor del juego)
y la ausencia de nombres reales de equipos y pilotos. Esto último no es
un gran problema, las escuderías tienen los colores y números de
monoplazas reales, con coger el artículo de la Wikipedia sobre el
mundial de 1.991 e ir copiando los nombres en el editor vamos que
chutamos. Es incluso didáctico.
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